El 18 de abril de 2009, bajo la dirección de José Ramón Monreal al frente de la Orquesta Sinfónica La Mancha, fue estrenada por el tenor José Manuel Montero la Romanza a Dulcinea, obra escrita para tenor y orquesta de cuerda por el compositor conquense Manuel Millán, con motivo de las Jornadas Cervantinas de El Toboso. Unas semanas más tarde, el 7 de mayo de 2009, sería interpretada en el Auditorio de Cuenca.
El texto, al igual que el trabajo de José Antonio Esteban Usano, es una parodia, en su sentido etimológico: parodia, παρα, “al lado de”, y oδα, “oda” “canción”. Surge así un paratexto no cervantino, si bien inspirado en él, lleno de oxímoros y antítesis y sostenido sobre una evocación. De métrica irregular, las dos primeras estrofas parecen plantear un modelo más o menos estable al articularse cada una de ellas sobre dodecasílabos agudos y octosílabos pareados, en una escritura que recuerda bastante a la estética modernista. Sin embargo, a partir de la tercera estrofa aparecen versos de distinta medida –tridecasílabos, octosílabos, eneasílabos−, con una rima más relajada, fracturada por la presencia de versos sueltos. Subrayemos ciertos coupling precisamente en esos versos sin rima, donde Toboso y Dulcinea ocupan idénticas posiciones paradigmáticas para reunirse en el eje sintagmático de la evocación final.
Sección A Preludio Instrumental
1) Si mi brazo fuera ariete sin rival;
si mi espada un invencible talismán;
mi baciyelmo de Mambrino
y mi sueños fueran mi destino
Interludio instrumental
2) Aire de mi vida, agua de mi sed;
bálsamo de heridas, hierro de mi fe,
lecho de mis desventuras,
dulce de mis amarguras.
Interludio instrumental
Sección B (cambio de tempo)
3) Menesterosos, alimentos de la inquina;
casquivanos, indolentes de la vida.
Con este mi fuerte brazo
os libro de la ruina.
Con este mi gran sueño de la justicia.
Glosa instrumental de 3)
4) Acudid a la villa del Toboso
y decid a la hermosa Dulcinea
que este caballero, siervo de sus encantos,
y esclavo de sus pensamientos,
desface todos los entuertos
por su amor, y que su triste figura
se diluye en el recuerdo.
CODA
[Sobre la enunciación instrumental del tema principal]
Dulcinea del Toboso,
Dulcinea del Toboso,
Dulcinea del Toboso.
Dulcinea
Escrita en fa menor, con un carácter doliente, la composición contrapone dos elementos melódicos que tendrán su posterior desarrollo: por un lado, esboza la melodía principal en cellos y contrabajos, trabajando la imitación en voces bicinias en la región aguda y grave para conducir el discurso a una flexión modal hacia do menor, enriquecida por la nueva enunciación del tema principal, esta vez destacado tímbricamente por la escritura a solo en cello y viola como elemento que ha de servir al compositor para cerrar la cadencia final de esta presentación en el movimiento casi declamatorio del cello. Por otro, los violines en terceras diseñan un aparente acompañamiento muy discreto que se perfila como comentario doliente (negra con puntillo-corchea, negra-blanca) y que adquirirá posteriormente un valor motívico relevante.
La melodía procede de una forma fluida, por grado conjunto y con un carácter modal. Algo más ornamentada reaparecerá en la segunda estrofa así como en la coda final.
El puente instrumental entre la primera y la segunda estrofa –más amplio que la introducción−aprovechará sobre un largo pedal de dominante (cc. 51 y ss.) la articulación de la breve célula rítmica –unión de pie trocaico y de yambo arcaizante- que había sido enunciada al comienzo de la obra, concediéndole de este modo un importante valor temático distribuida en toda la cuerda, y que ha de conducir ahora hacia la cadencia en el V grado para así introducir la segunda estrofa. El largo silencio expresivo que precede al texto confiere a esta articulación un mayor dramatismo.
Acabada la segunda estrofa se inicia una transición hacia la nueva tonalidad –do menor−, a través de una progresión de segundas que nos conducirán hacia la dominante menor –sol menor−, expresada con retardos arcaizantes.

Se inicia así una sección diferente con el cambio de tempo, acompañada en pizzicato y rítmicamente más libre –tal y como corresponde a la naturaleza del texto−, alternando el compás de 4/4 con el de amalgama 5/4. Esta estrofa es glosada de forma ornamentada por los cellos –auténticos interlocutores del tenor− en fa menor, preparando la nueva sección tonal en si bemol menor a través de la cadencia frigia que concluye la cuarta estrofa. En este momento, allí donde el yo lírico se dirige hacia nosotros –“acudid a la villa de El Toboso / y decid a la hermosa Dulcinea”− el acompañamiento se resuelve estático con largos valores y mínimo movimiento entre las voces para destacar una especie de solmisación sobre nota repetida del tenor, más propio del discurso hablado que cantado, y subrayando de este modo el componente conativo e impresivo del texto. Es aquí donde la orquesta revela el valor de la célula yámbica –negra-blanca− presentada en los primeros compases de la obra y subraya las sílabas tónicas de Toboso y Dulcinea. Del mismo modo, el primer máximo melódico de la obra lo encontramos en el la entonado sobre la palabra “Pensamientos”.

Esta sección acaba con la intervención sin acompañamiento alguno del tenor, tal y como sucediera en la introducción con el cello a solo. De este modo, el epíteto épico de nuestro hidalgo –su “triste figura”− es cantada desde la desnudez más absoluta.
Emerge así, tras la voz desnuda del tenor, la coda final que entona la melodía de las dos primeras estrofas, sobre la cual, como un doliente recuerdo, se evoca has tres veces el nombre de la amada con una nota repetida (el quinto grado, la primera vez, el segundo grado después, y de nuevo el quinto grado−; y finalmente el apócope Dulcinea donde se alcanza el máximo melódico de toda la obra –si bemol− para acabar con cierto carácter de bravura.

Concluida el 17 de enero de 2009, esta Romanza a Dulcinea constituye un pequeño universo modal y doliente donde queda reflejado, a través de la evocación de la dama, la desazón psicológica del caballero, no exenta de un cierto ennui impresionista presente en la orquestación, próxima a un lenguaje próximo a Threnody, del compositor inglés John Ireland. Una reflexión, en definitiva, estrictamente musical articulada a través de una forma nítida, económica, y donde todos los temas y células son sabiamente dispuestos al servicio de la expresión de un caballero anhelante.