Tres libros de música en cifra para vihuela. Sevilla: Juan de Leon, 1546.
Es frecuente encontrar en Cervantes numerosas referencias a poemas de Garcilaso. Sucede así con el famoso soneto X “Oh dulces prendas por mi mal halladas”, citado en Persiles y Segismunda (Libro II, Cap. XV, “¡Oh, únicas consoladoras de mi alma; oh ricas prendas por mi bien halladas, dulces y alegres en éste y en otro cualquier tiempo!”); La Galatea (Libro V, “Rica y dichosa prenda que adornaste”); La guarda cuidadosa (recuérdese la glosa lírica sobre “Chinelas de mis entrañas” y el discurso del soldado “ya no lleva remedio de fiarme estas chinelas, que no fuera mucho, y más sobre tan dulces prendas, por mi mal halladas”); El amante liberal (“y los temores que el sobresaltaron viendo que el haber hallado a su querida prenda era para más perderla”); o en Don Quijote (“le renovaron las memorias de su encantada y transformada Dulcinea; y sospirando, y sin mirar lo que decía, ni delante de quién estaba, dijo: -¡Oh dulces prendas, por mi mal halladas, / dulces y alegres cuando Dios quería!” (I, XVII).
En otras ocasiones, estas referencias a Garcilaso aparecen en un contexto musical muy claro y revelador. Sucede así con el soneto XXIII “En tanto que de rosa y d’azucena”, del que hoy se conserva la música de Francisco Guerrero recogida en sus Canciones y Villanescas espirituales (Venecia, 1589) y que Cervantes glosa burlescamente del siguiente modo:
Luego hizo de sí improvisa muestra, junto a la almohada del al parecer cadáver, un hermoso mancebo vestido a lo romano, que al son de una harpa que él mismo tocaba cantó con suavísima y clara voz estas dos estancias:
— En tanto que en sí vuelve Altisidora,
muerta por la crueldad de don Quijote,
y en tanto que en la corte encantadora
se vistieren las damas de picote [...]
[Don Quijote II, LXIX]
Algo parecido ocurre igualmente con el soneto V de Garcilaso “Escrito está en mi alma vuestro gesto”, glosado en la novela de El curioso impertinente (Don Quijote, I, XXXIIII) y que había sido puesto en música por Esteban Daça en El Parnasso (Valladolid, 1576). Un comentario detenido merecen los versos “Oh, más dura que mármol a mis quejas”, verso de la Égloga I de Garcilaso.
“Por ásperos caminos soy llevado” es el soneto VI de Garcilaso que fue musicado con alguna variante en el texto por Alonso de Mudarra. No cabe duda de su difusión musical y prueba de ello es el hecho de que, una vez más, Cervantes lo glose en un contexto igualmente musical:
Y con esto se querían despedir de Damón y de Elicio, si ellos no porfiaran a querer ir con ellas; y ya que se encaminaban al aldea, a su mano derecha sintieron la zampoña de Erastro, que luego de todos fue conoscida, el cual venía en siguimiento de su amigo Elicio. Paráronse a escucharlo, y oyeron que, con muestras de tierno dolor, esto venía cantando:
Por ásperos caminos voy siguiendo
el fin dudoso de mi fantasía,
siempre en cerrada noche escura y fría
las fuerzas de la vida consumiendo.
Y, aunque morir me veo,
no pretendo salir un paso de la estrecha vía;
que en fe de la alta fe sin igual mía,
mayores miedos contrastar entiendo.
Mi fe es la luz que me señala el puerto
seguro a mi tormenta, y sola es ella
quien promete buen fin a mi viaje,
por más que el medio se me muestre incierto,
por más que el claro rayo de mi estrella
me encubra amor, y el cielo más me ultraje.
[La Galatea, V]
En la Segunda Parte de Don Quijote nuestro errante caballero asume su condición de amante peregrino:
Pues con saber, como sé, los innumerables trabajos que son anejos al andante caballería, sé también los infinitos bienes que se alcanzan con ella; y sé que la senda de la virtud es muy estrecha, y el camino del vicio, ancho y espacioso; y sé que sus fines y paraderos son diferentes, porque el del vicio, dilatado y espacioso, acaba en la muerte, y el de la virtud, angosto y trabajoso, acaba en vida, y no en vida que se acaba, sino en la que no tendrá fin; y sé, como dice el gran poeta castellano nuestro, que
Por estas asperezas se camina
de la inmortalidad al alto asiento,
do nunca arriba quien de allí declina.
[Don Quijote, II, VI]
Ambas composiciones desarrollan la idea del amante como peregrino –homo viator–, si bien nuestro escritor transforma en los tercetos al peregrino en navegante y ofrece una visión final esperanzada como respuesta al abatimiento descrito en el texto de Garcilaso, obra que, probablemente también a través de su difusión musical, fue sin duda referencia de la composición cervantina.