Mateo Flecha, el Viejo, Las ensaladas de Flecha, Maestro de capilla que fue de las Serenísimas Infantas de Castilla. Recopiladas por el F. Matheo Flecha, su sobrino…, Praga, Jorge Negrito, 1581
El lector de La Celestina recordará sin duda cómo Calixto, en el primer acto, tras ser rechazado violentamente por Melibea, vuelve a casa para entregarse al lamento. Llamará a Sempronio y le pedirá que toque la más triste canción que conozca interpretando el romance viejo que aquí recogemos: “Mira Nero de Tarpeya / a Roma cómo se ardía”.
El romance entero se encuentra en el Cancionero de Velásquez de Ávila, impreso probablemente entre 1535 y 1540. Más tarde aparecería en el Espejo de enamorados (Barcelona, 1540), en el Cancionero de romances (Amberes, entre 1547-1548), en la Primera parte de la silva de varios romances (Zaragoza, 1550), así como en la Silva de varios romances (Barcelona, 1578, Barcelona, 1582 y Barcelona, 1587). Sin duda alguna esto demuestra su enorme popularidad y buena prueba de ello son los testimonios musicales que hasta nosotros han llegado: la más antigua es la de Bermudo, incorporada en su Declaración de instrumentos (Osuna, 1549, reimpresa en 1555, fol. 101r y v.). Junto a ésta contamos igualmente con las dos aquí incluidas de Mateo Flecha y la atribuida a Palero en el libro de Venegas de Henestrosa.
Lope en su Roma abrasada, Villamediana, Feliciano de Silva, Antonio Hurtado de Mendoza, y Bernal Díaz del Castillo –este último desde las Indias– nos informaron de su enorme popularidad como romance. Cervantes alude a él constantemente en ocasiones para subrayar la gravedad de los hechos, tal y como sucede en la imprecación de Ambrosio a Marcela, tras la muerte de Grisóstomo:
¿Vienes a ver, por ventura, ¡oh fiero basilisco destas montañas!, si con tu presencia vierten sangre las heridas deste miserable a quien tu crueldad quitó la vida? ¿O vienes a ufanarte en las crueles hazañas de tu condición? ¿O a ver desde esa altura, como otro despiadado Nero, el incendio de su abrasada Roma? [Don Quijote, I, XIII]
En otras lugares proporciona un excelente contrapunto para la parodia. Así, en las burlas de Altisidora, quejándose de la crueldad de nuestro caballero, le dice:
No mires de tu Tarpeya
este incendio que me abrasa, Nerón manchego del mundo,
Ni le avives con tu saña [Don Quijote, II, XLIIII]
De igual modo, Sancho disfruta presenciando el banquete de Ricote y sus compañeros:
Todo lo miraba Sancho, y de ninguna cosa se dolía; antes, por cumplir que con el refrán que él muy bien sabía de “cuando a Roma fueres, haz como vieres”, pidió a Ricote la bota, y tomó su puntería como los demás y no con menos gusto que ellos [Don Quijote, II, LIV]
Es así como Cervantes embebe e incorpora una referencia musical conocida por todos, a través de una técnica que ya hemos visto en otros ejemplos. La parodia llega hasta la deformación lingüística:
Oyó esta voz Cariharta y, alzando al cielo la suya, dijo:
–¡No le abra vuesa merced, señor Monipodio; no le abra a ese marinero de Tarpeya, a este tigre de Ocaña! […] y cuando la Cariharta dijo que era Repolido como un marinero de Tarpeya y un tigre de Ocaña, por decir Hircania [Rinconete y Cortadillo]
Y el mismo carácter jocoso permanece en La entretenida:
TORRENTE ¡Ay narices derribadas y tendidas por el suelo!
Pero toma esta respuesta:
de Tarpeya mira Nero. [v. 2400-2403]
La elaboración musical de Flecha, sin embargo, no recoge este carácter paródico sino que, antes bien, traduce la situación dramática a través de un discurso cadenciado de carácter frigio –escala muy popular en nuestro folclore y adecuada para la expresión del dolor– donde las voces se mueven casi de forma canónica, con elementos imitativos entre ellas y algún que otro gesto descriptivo: “gritos dan” es enunciado por una voz que se ve contestada por las restantes, así como la cadencia final sobre “dolía”, de mayor figuración rítmica.